domingo, 4 de noviembre de 2007

Los caminos de la vida

La juventud es el período más paradójico de la vida humana. Es una etapa en la que nos sentimos grandes para muchas cosas, pero a su vez somos todavía chicos para enfrentar situaciones que se nos ponen adelante. Maduros para algunas circunstancias, inexpertos para otras, los adolescentes naufragamos hoy en día en un mar de incógnitas y dudas existenciales que nos acosan en el momento en el que salimos a andar al mundo.

Quizás esto no siempre fue así, pero en la actualidad la mayoría de los jóvenes atraviesa un estado de ‘vacío interior’ difícil de llenar. Es como un sentimiento de insatisfacción con el mundo que nos toca vivir, sumado a unas ganas nulas de cambiar la realidad ajena, que muchas veces se nos va de las manos.

Vivimos en los tiempos del individualismo y del consumo, en un escenario muy diferente al que conocieron nuestros padres. Estamos atravesados por la resaca sádica de la dictadura y sus desgraciadamente triunfantes consignas. No nos metemos, porque no queremos ser uno más. No participamos, porque eso fue lo que nos enseñó la historia. Y lamentablemente aquellas ideas, por tan lejanas que parezcan, siguen reinando entre nosotros.

De todas formas, no somos seres aislados que vivimos por inercia, porque la esencia misma de la juventud- a veces más expresada, a veces más reprimida- es la pólvora del espíritu rebelde. Todos pasamos por la etapa de rebelión contra el mundo, contra nuestros padres, contra el sistema. Lo que cambia con el tiempo son los objetivos, algunas décadas atrás la rebelión estaba asociada con la lucha armada, con las ideas de revolución, con la comunión de alternativas para cambiar un régimen con el que se estaba en desacuerdo. Hoy, las luchas no dejaron de existir, sin embargo se hallan fragmentadas. No existe actualmente ese espíritu de cambio y de unión que imperaba en los sesenta o en los setenta, por el contrario, toda esa energía juvenil esta canalizada de maneras muy diferentes.

Cada quien dirige su ‘caudal rebelde’ para donde lo desea o para donde se lo permiten, porque sufrimos de múltiples condicionamientos. La música, el arte, los problemas sociales, los conflictos ambientales, la exclusión de las minorías, los Derechos Humanos, son algunas de las temáticas actuales en las que nos involucramos los jóvenes. No nos metemos en política. Está mal visto.

La política es para corruptos; eso es lo que piensa la mayoría. Inmersos en un profundo descreimiento, producto de las sucesivas decepciones que sufrimos los argentinos con los gobiernos pasados, nos dedicamos a intentar modificar, desde humildes posiciones, algún pedacito de la sociedad en la que vivimos.

Algunos sufren de rencor, de odio hacia las generaciones pasadas que nos dejaron un país desarticulado, con pobreza, con desempleo y con desmotivación. Pero poco hacen para revertir esa situación.

En lo personal, no creo que sea una de esas personas que mira el mundo desde afuera criticando todo, sin tratar de mejorarlo. Fui muy estimulada durante mi niñez y considero que soy una persona comprometida y sensible con lo que pasa a mi alrededor. Me crié en una comunidad chica y durante mi adolescencia me encontré con jóvenes que pensaban muy diferente. Sé que hay un gran número de personas que viven en una esfera hermética y que no se enteran- o no quieren enterarse- de lo que sucede en su ciudad; pero también sé que muchos fueron mis compañeros en distintos desafíos, que por más mínimos que fueran, representaron nuestras luchas.

Algo de lo que se sufre mucho en nuestros tiempos es de conformismo, ese sentimiento mediocre de auto-consuelo difícil de superar. No me gusta caer en eso, ni tampoco ver a mi generación presa del inmovilismo y sumida en un egoísmo que se acentúa cotidianamente.

Es difícil ser joven en el 2007, es un momento en el que el país se recupera de algunas crisis y procesos que marcaron el pasado, pero también emergen nuevos escenarios y comienzan a decantar problemáticas que llegaron a su punto máximo. Nos sentimos responsables de muchas cosas, pero a veces no tenemos la fuerza y la seguridad suficiente para enfrentarlas. Tenemos una enorme presión, muchos nos señalan: “el futuro son ustedes”, y aunque en parte es cierto, no todo depende de nosotros.

El solo hecho de pensar en aquel futuro, en aquella realidad utópica que anhelan nuestros mayores, nos hunde en el miedo. Y a pesar, muy a pesar, de que muchos crean que somos una juventud frívola y debilitada, vamos a tomar las riendas y a conducir hacia el camino que nos parezca más pertinente.

En un mundo en el que reinan las ideas del capitalismo, en el país de la viveza criolla, en donde está bien vista la mentira piadosa y la discriminación hacia nuestros vecinos países, se debería valorar más a una juventud como la de hoy. Podría ser diferente, hasta mejor, pero no es sólo nuestra falta, la juventud es solo una parte de la sociedad y el futuro se construye colectivamente.