jueves, 6 de febrero de 2014

Pasajes de la pequeña gran isla rojinegra



-Nunca me había comprado un cuadro en mi vida, Luís, pero la verdad es que me encanta éste.

-Llévalo Florencia y si no tienes dinero llévalo igual. Ustedes no son turistas; son compañeros.

Se me hace un nudo en la garganta. Lo miro a Luís: pintor, setentaypico de años, manos temblorosas por efecto del parkinson -que no le impide soltar trazos de colores sobre lienzos y cartulinas ilustrando las callecitas y los balcones de La Habana-, le agradezco el gesto, le compro el cuadro y pienso qué lindo va a quedar en mi cocina, para mirarlo todos los días y acordarme de lo increíble que fue el viaje a Cuba.

-Te traje este libro de mi biblioteca de regalo, Florencia –agrega.
Extiende su mano y me entrega “Cien poemas al Che”, con una dedicatoria que vuelve a cerrarme el pecho de emoción:

“A mi amiga y compañera Florencia y a  sus distinguidos padres, con el afecto expreso de su amigo cubano Luís Soberón Valdés. Caimito, Cuba, Enero de 2014”.
Le agradezco de nuevo, ya sin palabras y con los ojos vidriosos. Me cuenta anécdotas de cuando conoció al Che y remata:

-Yo ya estoy retirado, ya tú sabes. Pero si quieren entrar, yo agarro el fusil, el casco y los yanquis por aquí no pasan.

***

-Buenos días brigadistas de la XXI Brigada Suramericana de Solidaridad con Cuba, les damos la bienvenida al el Campamento Internacional Julio Antonio Mella –la voz cadenciosa proviene de Yanisleidy Medina, una mujer mulata de unos treinta y algo de años, funcionaria del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, que nos da las instrucciones de cómo van a ser las actividades y cómo se va organizar el trabajo productivo.

-Nos vamos a dividir en dos grupos; unos van a ir a cosechar frijoles con la Cooperativa 30 de Agosto y otros van a hacer lo propio en un campo cercano al campamento.

Los grupos salen en camiones hacia las fincas. La tierra roja, arcillosa, los surcos de frijoles, la yuca y el maíz. El trabajo artesanal bajo el sol. El pueblo, la gente con mayúscula. El sentimiento y la conciencia colectiva ante todo. Estamos en socialismo, claro.

***

Como si fuera un documental visto desde la ventanilla de un colectivo, miro los murales con imágenes de Fidel, del Che, de la Revolución.

Conocer el Tren Blindado, Playa Girón, el Mausoleo del Che y el de José Martí, participar de la Marcha de las Antorchas… resulta demencial estar ahí. Pisar el mismo suelo.

-Yo nací y crecí en Cuba, mi amiga, y de aquí no me mueven –me dice el guardia del Museo del Tren Blindado, en Santa Clara- moriré en esta tierra; pobre, pero con dignidad.

***
Llegué a Cuba con curiosidad y con muchas preguntas. Me voy con algunas respuestas y muchas preguntas más dando vueltas en mi cabeza. Me voy también con el compromiso de difundir, ante el pedido de todos, las verdades que grita el pueblo todos los días: no al bloqueo, liberación de los cinco héroes nacionales presos en EE.UU, basta de difamaciones y cercos mediáticos.

Me llevo un puñado de imágenes, canciones y olores. Me llevo el arroz con frijoles de cada día, las hermosas charlas con Regla, la señora que limpiaba en el campamento; con Niní, el coordinador del trabajo productivo; con Pastor, periodista que supo ser jefe de prensa de la Cancillería después de la Revolución y hoy es chofer; con Jorge, militar retirado que estuvo en misión internacionalista en Etiopía y se convirtió en mi primer amigo cubano. Me llevo la humildad, el afecto y los valores de un pueblo que vive con la frente en alto.

***

El campamento está casi vacío, nos queda poca yerba, pero en horas sale el avión de vuelta. Estamos los tres en silencio hace un rato, solo se oye el ruido de la bombilla.

-Qué lindo fue compartir este viaje con ustedes –les digo a Marta y Ale.

Nos miramos y sonreímos emocionados. No nos queremos ir. Se acerca Niní y nos dice que le gustaría que le mandemos una carta cuando lleguemos y nos pide pilas triple A para su linterna, porque a veces le cuesta conseguir. Le dejo las pilas de mi grabador y nos sacamos una foto, prometo mandársela.

Le doy una última mirada al campamento, como haciendo fuerza para guardarme esa fotografía mental. Recorro con los ojos cada lugarcito y me digo en voz alta:

-Voy a volver. A este lugar, voy a volver.