Hay días que me levanto pensando en que va a ser una mala jornada y efectivamente lo termina siendo. No se si es una cuestión de azar o de mala predisposición, pero en determinadas situaciones siento que una fuerza extraña y poderosa condiciona mi mala racha. No se trata de un dios, ni nada por el estilo. Es algo pesado y denso que se mete entre mis pensamientos y se adueña de mí, de una manera sorpresiva. Esa fuerza hace que mis actos se conviertan en pequeñas acciones guiadas por la inercia fresca de los días nublados. Es una sensación extraña, porque durante el tiempo que dura la mala racha, creo ciegamente en que nunca me fue bien y que nunca me irá bien en nada. Suena un poco pesimista, pero eso es lo que siento. Las cosas se rompen solas; parece que por donde uno pasa va trasladando esa mala racha y la dispersa en el aire, los perros nos ladran, la gente nos mira mal, hasta los vendedores se ponen de acuerdo para maltratarnos. Si el día estaba soleado seguro se larga a llover. Uno tiene un aura maligna que aleja las buenas vibras.
Las acciones tienen una importante carga negativa durante la mala racha, pero es sólo hasta que nosotros lo disponemos. Hay que hacer un esfuerzo y encontrar la poción que rompa el hechizo. En mi caso me sirvió una canción de Led Zeppelín, “Good times, bad times”, que sirvió de estimulo y me hizo pensar en la bipolaridad de la vida misma y en la ciclotimia caprichosa que rige nuestro destino. Y que va a ser…’Se la vie’, ya vendrán tiempos mejores.
