miércoles, 27 de enero de 2010

Ese lugar al que llaman “el sur”

Viento y contraviento, carreteras largas vacías de urbe, llenas de tranquilidad.
Tierra de baqueanos y pobladores, de pequeños pueblos aislados. De Inakayales y Saihueques, de alamedas que indican antiguas taperas.
Capones, manos curtidas, guanacos y choiques.
Armónica sinfonía de amarillos y verdes opacos. No hay contrastes. Sólo el cielo y la ruta se diferencian de los colores de la estepa.
Aire puro en forma de brisa.
Flamencos, ganado, arroyos y lomas marrones espían detrás de los alambrados terratenientes.
Propiedad privada: prohibido pasar. La tierra y la compraventa; las reservas, las disputas, la codicia.
Los desalojos y la violencia hacia lo ancestral. Porque no era un desierto, aunque aún se sostengan esos discursos.
El viento sigue soplando en la Patagonia, silba fuerte. Grita y pide libertad, pide dignidad.
El lejano sur ya no parece tan lejano; porque siempre hay un lugar más austral debajo de donde estamos. Entonces el sur es relativo y unitario. Y la tierra es como los billetes del Estanciero o del Juego de la vida.