miércoles, 19 de septiembre de 2007

Que la tortilla se vuelva (o La hierba de los caminos)









(Chicho Sánchez Ferlosio)


La hierba de los caminos
la pisan los caminantes
y a la mujer del obrero
la pisan cuatro tunantes
de esos que tienen dinero.

Qué culpa tiene el tomate
que está tranquilo en la mata
y viene un hijo de puta
y lo mete en una lata
y lo manda pa’ Caracas.

Los señores de la mina
han comprado una romana
para pesar el dinero
que toditas las semanas
le roban al pobre obrero.

Cuándo querrá el Dios del cielo
que la tortilla se vuelva
que los pobres coman pan
y los ricos mierda, mierda.

A comienzos de los 60, el madrileño Chicho Sánchez Ferlosio compuso algunas de las canciones antifranquistas más populares de entonces -"Gallo rojo, gallo negro", "La paloma de la paz". Todo el mundo pensaba que eran anónimas, porque Chicho jamás las firmaba para evitar represalias del régimen.

Qué difícil debe ser vivir en un país en guerra civil; por suerte existen la poesía y el arte, que son herramientas de lucha, que trascienden las frontera de la violencia y las armas. Picasso, al igual que muchos otros, tuvo su cuota de compromiso; cuenta la anécdota que una vez terminado el Guernica un oficial alemán se acercó al lienzo y le preguntó al recocido pintor “¿Y esto lo hizo usted?”. Picasso respondió: “No. Eso lo hicieron ustedes.”


sábado, 8 de septiembre de 2007

Cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia

Luz, cámara… ficción

Ayer miré por segunda vez Caballos Salvajes y me pasó lo que siempre pasa cuando se mira por segunda vez una película, le presté atención a otros detalles y me di cuenta de cómo me gusta la historia. Como estudiante de periodismo no pude evitar detenerme en observar el rol que se le asigna a la prensa en el film. Me pareció interesante cómo se presenta la relación del periodista con la información y con el medio en el que trabaja.

El personaje de Fernán Miras es el de un periodista crítico a quien le asignan cubrir una nota sobre dos prófugos, que son una especie de “Robin Hoods”. Él se apasiona con la historia, pero el canal televisivo para el que trabaja cambia de postura frente al caso y deja de ver a los fugitivos como héroes. Entonces se siente confundido y se le presenta una disyuntiva que ilustra perfectamente la ambigüedad del periodismo actual.

“¿Te cambió la película, Director?”, le pregunta desafiante un periodista colega a Fernán Miras, al verlo confundido entre sus pensamientos y la línea mediática que debe respetar. Y lamentablemente el periodismo de hoy es así. La información es una mercancía, y las noticias son una película, escrita y dirigida según los intereses de las empresas y los gobiernos de turno.

En otra escena, los prófugos se defienden de una persona que los reconoce del noticiero y los indaga sobre su culpabilidad: “usted no habla de nosotros, habla de la televisión, la televisión vende otra cosa”, le dicen. Cuanta verdad. Pensar que es ficción, pero que no está muy alejada de nuestra realidad.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Palabras Cruzadas


Son un sistema de signos, de reglas, de sonidos, de texturas que se combinan y dan forma a las más diversas sinfonías. Son una mezcla extraña que se apropia de nosotros casi por inercia. Son sustento de la literatura; materia prima de los escritores, de los periodistas, de los ensayistas, de los dramaturgos, de los compositores; herramienta de los intérpretes, de los amigos, de los novios, de los vecinos. Son de todos los que comunican y se comunican.

Las palabras circulan, vuelan, nadan, desfilan entre nosotros y le dan importancia a aquellas cosas que cómo no habían sido bautizadas andaban por ahí, a la deriva, esperando que alguien les pusiera nombre, les diera identidad y las hiciera inmortales.

En un ritual las palabras danzan y se entrelazan, se reconocen, se resignifican, se abrazan y así forman frases: momentáneamente se unen. Pero se pierden y quedan resonando como ecos. Se reordenan y van hacia donde se las precisa, corren, urgidas a asistir a quien debe nombrarlas.

Tengo mis palabras, pero no son solo mías; son de todos las que las usan, las presto, las comparto, porque con las palabras se escribe la poesía y como dice un cartero conocido:

“la poesía no es de quien la escribe, sino de quien la necesita”.