-Nunca me había comprado un cuadro
en mi vida, Luís, pero la verdad es que me encanta éste.
-Llévalo Florencia y si no tienes
dinero llévalo igual. Ustedes no son turistas; son compañeros.
Se me hace
un nudo en la garganta. Lo miro a Luís: pintor, setentaypico de años, manos
temblorosas por efecto del parkinson -que no le impide soltar trazos de colores
sobre lienzos y cartulinas ilustrando las callecitas y los balcones de La Habana-, le agradezco el
gesto, le compro el cuadro y pienso qué
lindo va a quedar en mi cocina, para mirarlo todos los días y acordarme de lo
increíble que fue el viaje a Cuba.
-Te traje este libro de mi
biblioteca de regalo, Florencia –agrega.
Extiende su
mano y me entrega “Cien poemas al Che”, con una dedicatoria que vuelve a
cerrarme el pecho de emoción:
“A mi amiga y
compañera Florencia y a sus distinguidos
padres, con el afecto expreso de su amigo cubano Luís Soberón Valdés. Caimito,
Cuba, Enero de 2014” .
Le
agradezco de nuevo, ya sin palabras y con los ojos vidriosos. Me cuenta anécdotas
de cuando conoció al Che y remata:
-Yo ya
estoy retirado, ya tú sabes. Pero si quieren entrar, yo agarro el fusil, el
casco y los yanquis por aquí no pasan.
***
-Buenos días brigadistas de la
XXI Brigada Suramericana de Solidaridad con
Cuba, les damos la bienvenida al el Campamento Internacional Julio Antonio
Mella –la voz cadenciosa proviene de Yanisleidy Medina, una mujer mulata de
unos treinta y algo de años, funcionaria del Instituto Cubano de Amistad con
los Pueblos, que nos da las instrucciones de cómo van a ser las actividades y cómo
se va organizar el trabajo productivo.
-Nos vamos a dividir en dos grupos;
unos van a ir a cosechar frijoles con la Cooperativa 30 de Agosto y otros van a hacer lo
propio en un campo cercano al campamento.
Los grupos salen en camiones hacia
las fincas. La tierra roja, arcillosa, los surcos de frijoles, la yuca y el maíz.
El trabajo artesanal bajo el sol. El pueblo, la gente con mayúscula. El
sentimiento y la conciencia colectiva ante todo. Estamos en socialismo, claro.
***
Como si
fuera un documental visto desde la ventanilla de un colectivo, miro los murales
con imágenes de Fidel, del Che, de la Revolución.
Conocer el
Tren Blindado, Playa Girón, el Mausoleo del Che y el de José Martí, participar
de la Marcha
de las Antorchas… resulta demencial estar ahí. Pisar el mismo suelo.
-Yo nací y
crecí en Cuba, mi amiga, y de aquí no me mueven –me dice el guardia del Museo
del Tren Blindado, en Santa Clara- moriré en esta tierra; pobre, pero con
dignidad.
***
Llegué a
Cuba con curiosidad y con muchas preguntas. Me voy con algunas respuestas y
muchas preguntas más dando vueltas en mi cabeza. Me voy también con el
compromiso de difundir, ante el pedido de todos, las verdades que grita el
pueblo todos los días: no al bloqueo, liberación de los cinco héroes nacionales
presos en EE.UU, basta de difamaciones y cercos mediáticos.
Me llevo un
puñado de imágenes, canciones y olores. Me llevo el arroz con frijoles de cada
día, las hermosas charlas con Regla, la señora que limpiaba en el campamento; con
Niní, el coordinador del trabajo productivo; con Pastor, periodista que supo
ser jefe de prensa de la
Cancillería después de la Revolución y hoy es
chofer; con Jorge, militar retirado que estuvo en misión internacionalista en
Etiopía y se convirtió en mi primer amigo cubano. Me llevo la humildad, el
afecto y los valores de un pueblo que vive con la frente en alto.
***
El
campamento está casi vacío, nos queda poca yerba, pero en horas sale el avión
de vuelta. Estamos los tres en silencio hace un rato, solo se oye el ruido de
la bombilla.
-Qué lindo
fue compartir este viaje con ustedes –les digo a Marta y Ale.
Nos miramos
y sonreímos emocionados. No nos queremos ir. Se acerca Niní y nos dice que le gustaría
que le mandemos una carta cuando lleguemos y nos pide pilas triple A para su
linterna, porque a veces le cuesta conseguir. Le dejo las pilas de mi grabador
y nos sacamos una foto, prometo mandársela.
Le doy una última
mirada al campamento, como haciendo fuerza para guardarme esa fotografía mental.
Recorro con los ojos cada lugarcito y me digo en voz alta:
-Voy a
volver. A este lugar, voy a volver.